lunes, 17 de enero de 2022

Sobre el conflicto laboral en la Escuela Nacional de Antropología e Historia

 

Por: Ricardo Torres

          El pasado 29 de diciembre, el Director General del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto Hernández, a través de su secretario administrativo envió una circular a todos los Directores de las Unidades Administrativas que dependen del INAH que incluye, naturalmente, al Director de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Hilario Topete Lara; en dicho oficio se informa que: “…con excepción del personal que ocupa puestos de estructura y que actualmente devenga sus remuneraciones con cargo a la partida presupuestal 12201 (Remuneraciones al personal eventual), a partir del primero de enero de 2022 NO DEBERÁ CONVOCARSE A LABORAR A NINGUNA PERSONA QUE HAYA ESTADO CONTRATADA COMO PERSONAL EVENTUAL AL 31 DE DICIEMBRE DEL 2021, en tanto su eventual contratación no haya sido autorizada por la Coordinación Nacional de Recursos Humanos” (así, con mayúsculas y negrillas RT).

En respuesta, el director de la ENAH dirigió un oficio al titular del INAH,  expresándole con argumentos fundamentados que, de atender dicha instrucción, la escuela no podrá cumplir con los procesos que le son encomendados ya que esto significa suprimir la contratación de más de 350 profesores lo que “afectará de manera significativa a la comunidad estudiantil, académica y de trabajadores diversos de la ENAH”, razón por la cual solicitó a los titulares del INAH y de la Secretaría de Cultura “la pronta y total contratación de la plantilla del personal eventual de la ENAH”. Por esta razón, en los primeros días de 2022, maestros y alumnos de la ENAH han realizado una campaña de denuncia a través de los medios de comunicación y redes sociales, así como movilizaciones y protestas frente al INAH y Palacio Nacional, exigiendo no solo la recontratación de personal eventual sino la asignación del presupuesto suficiente que permita estabilidad laboral al personal que trabaja en la ENAH.

Cabe señalar que se trata de un conflicto laboral que por falta de presupuesto enfrentan organismos que se desempeñan en los ámbitos de la ciencia, la educación y la cultura de nuestro país. Ambas instituciones creadas allá por la década de los 30: el INAH con el objetivo de investigar, conservar y difundir el patrimonio arqueológico, antropológico, histórico y paleontológico de la nación; y la ENAH con el objetivo de formar a los profesionales especializados en dichos campos: antropología física, antropología social, arqueología, etnohistoria, etnología y lingüística.

          El problema presupuestal que enfrenta la ENAH se debe al desinterés que el régimen y sus gobiernos muestran hacia la ciencia, la educación y la cultura. Un problema que existe desde hace ya varias décadas: cientos de docentes, investigadores, profesionistas, administrativos, técnicos y manuales que laboran en la ENAH son clasificados como “eventuales”, situación que los mantiene en una permanente incertidumbre laboral ya que son contratados como trabajadores de “servicios personales” o “por honorarios”, muchos de ellos con formación de licenciatura, maestría y doctorado en ciencias antropológicas e históricas, o carreras necesarias para las funciones administrativas. Los que laboran en la modalidad de “servicios personales” cuentan con muy bajos salarios, pocas prestaciones y contratos de seis meses de duración; mientras que aquellos que son contratados “por honorarios” son recontratados cada tres meses como prestadores de servicios profesionales, sin ninguna prestación social.

          Como vemos en muchas otras esferas de la vida económica y social del país, los trabajadores sufren actualmente un régimen de precariedad laboral creciente bajo condiciones generales de trabajo que incluso son contrarias a la Ley Federal del Trabajo y, paradójicamente, son promovidas y aplicadas por instituciones del propio Gobierno: con una disminución del ingreso real, sin prestaciones de ley, con incremento en las cargas laborales, sin el apoyo material suficiente que los obliga a destinar recursos económicos personales, sin reconocimiento de su antigüedad, con permanentes recortes de personal que violan sus derechos ya que muchos de ellos han laborado hasta por  más de 5 o 10 años. En suma, lo que con justicia exigen los trabajadores de la ENAH es certeza y estabilidad laboral.  

          Ahora bien, esto que hoy ocurre con los trabajadores de la ENAH no aparece como rayo en cielo sereno, sino que es parte de una política gubernamental perfectamente diseñada, es consecuencia inevitable de la política de “austeridad republicana” impuesta por el Ejecutivo con el engañoso argumento del combate a la corrupción: basta mencionar que el gobierno morenista encabezado por AMLO redujo el presupuesto a la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) afectando severamente a importantes organismos como el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN (CINVESTAV) y el Sistema Nacional de Investigadores (SIN); desapareció también los 109 fideicomisos públicos en donde fueron eliminados de un plumazo 65 fondos para el CONACyT y 26 para centros de investigación; además de su reciente injerencia y ataques en contra de la UNAM y el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Elementos suficientes para afirmar que al presidente la cultura, la educación y la ciencia, le importan un bledo; lo que intenta es centralizar el control de dichos centros en favor de su política cutrotera.

Contrario a sus promesas y compromisos de campaña siendo candidato a la presidencia de la república, ya encaramado en el poder, al más viejo y rancio estilo del presidencialismo priista autoritario, AMLO muestra ahora un abierto desprecio por la ciencia, la educación y la cultura del país. Política que se ha visto reflejada en la disminución de recursos económicos destinados a estos rubros gracias a la complicidad incondicional de los diputados morenistas que, sin quitarle una coma al proyecto presentado por el Ejecutivo, en noviembre aprobaron el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2022.

Esta política económica impuesta por AMLO y los morenistas, exhibe claramente el carácter neoliberal y reaccionario de su gobierno.

 Recordemos que, desde finales del siglo XX, el neoliberalismo se impuso en el mundo a través de la globalización económica, fortaleciendo al capital por la vía de la libre circulación de capitales, mercancías y servicios, derribando los obstáculos nacionales que se lo impedían. Esta política neoliberal implicaba, además, descargar al Estado de su responsabilidad de ofrecer mejores condiciones de vida para los trabajadores y la población en general, eliminando para los pueblos del mundo los beneficios sociales del “estado de bienestar” instaurado poco después de la Segunda Guerra Mundial. Así, los dueños del capital en contubernio con los Estados a su servicio se abocaron a dilapidar la educación pública y gratuita, la seguridad social y las reivindicaciones laborales de los trabajadores. Moría así el “estado de bienestar” y nacía el neoliberalismo.

En el ámbito laboral, esta política neoliberal modificó las relaciones de trabajo en el planeta: eliminó la estabilidad en el trabajo, la contratación colectiva fue sustituida por contrataciones “eventuales” e individuales, controló el monto miserable de los salarios, modificó a su antojo las jornadas laborales, eludió el pago de pensiones desconociendo el derecho de antigüedad y restringió al máximo el derecho de huelga, entre muchas otras violaciones a los derechos de los trabajadores. A esta política laboral aplicada por el neoliberalismo en favor del capital se le conoce como “desregulación” o “flexibilidad laboral”.

 

De modo que a pesar de que en su discurso AMLO hable de la eliminación del régimen neoliberal, en los hechos, como ahora lo observamos en la ENAH, vemos que el difunto neoliberalismo goza de cabal salud, y con el argumento de combatir la corrupción AMLO oculta su verdadera política neoliberal de flexibilización y precarización laboral que ordenan los encumbrados dueños del capital.

 

En consecuencia, la precariedad e inestabilidad laboral que hoy sufren los trabajadores del INAH no será resuelta en lo inmediato, para ello se requiere que los propios trabajadores de la ciencia, la educación y la cultura, unan sus fuerzas, se organicen y luchen en defensa de sus legítimos intereses. No hay otra salida.    

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