domingo, 13 de febrero de 2022

Explotación capitalista de la minería en México (Segunda parte)

 


Raúl R. Pérez 

¿Cuáles son las condiciones de trabajo en las minas mexicanas?

Durante 2021, esta rama industrial empleó 367 mil 935 trabajadores. Aunque la cifra global es importante, apenas compensa el nivel que tenía en el año 2018, antes de la pandemia. Se han ido agotando algunos yacimientos al tiempo que se inicia la explotación de nuevas minas: con lo que se compensan los puestos de trabajo.

Algunos casos relevantes de los últimos tiempos. La crisis de la industria del carbón en Coahuila provocó la pérdida de muchos puestos de trabajo en Múzquiz, San Juan Sabinas y Nava; pérdidas que se vieron compensadas con los nuevos proyectos mineros del hierro en Sierra Mojada; de plata y sulfato de sodio en Ocampo y del cobre en Torreón.

 En Hidalgo el cierre de las minas de plata explica la disminución de los puestos de trabajo minero, especialmente en el viejo distrito minero Pachuca-Real del Monte. Veracruz también experimenta una drástica reducción, en el sureste del estado, por la casi extinción de la minería del azufre. En Oaxaca disminuye la minería no metálica en el Barrio de la Soledad; en San Luis Potosí la disminución obedece a la crisis de la minería de la plata y el plomo en Catorce y Villa de la Paz. En Chihuahua hay disminuciones por la crisis de la minería del zinc y del plomo en Hidalgo del Parral y San Francisco del Oro y el cierre de numerosas pequeñas y medianas empresas; pérdida que se compensa con el incremento del trabajo minero en Madera, Ocampo y Chínipas.

En contraste, en algunos estados hay expansión del trabajo minero. En Sonora: Caborca aumenta 4 mil 100 empleos; Bacadéhuachi, 1 mil 600; Álamos, 1mil 100; Cananea, 1,000; Nacozari pierde 600 empleos. En Durango hay expansión con la minería de la plata en Santiago Papasquiaro-Otáez, Durango-Nombre de Dios y en Cuencamé (con producciones de plomo y zinc). En Zacatecas aumenta la actividad minera en Mazapil, Ojo Caliente, Fresnillo y Chalchihuites; y disminuye en Sombrerete.

En resumen, las cifras globales de los empleos generados casi no varían de un año a otro. Aunque las inversiones son a largo plazo, la inestabilidad viene dada por el agotamiento de yacimientos mineros y por las variaciones de los precios de los metales preciosos (oro, plata y platino).

 Los salarios de los mineros son muy bajos y muy variables. El monto depende del puesto que ocupe el trabajador, del lugar y del tamaño de la mina. Los mejores salarios se perciben en las grandes empresas mineras y los más bajos en las micro y pequeñas empresas. Para estos efectos, se considera microempresa la que tiene de 1 a 10 trabajadores; pequeña empresa  la que utiliza de 11 a 50; la mediana empresa la que tiene a su servicio entre 51 a 250; y gran empresa en la que emplea a más de 250 personas.

El salario diario más bajo es de $201.00; el salario medio es de $462.00 y el más alto es de $1,108.00. 

Aunque los promedios tienden a ocultar los extremos, permiten dar una idea comparativa de las cifras agrupadas. Veamos los niveles salariales más altos y los más bajos por entidades federativas.

 

Entidad

Salario diario

Salario por año

Durango

$594.00

$214,140.00

Zacatecas

$580.00

$209,090.00

Chihuahua

$524.00

$188,880.00

Sonora

$416.00

$150,050.00

Coahuila

$353.00

$127,270.00

San Luis Potosí

$339.00

$122,220.00

Michoacán

$305.00

$110,100.00

 

El IMSS considera que los mineros ganan cerca de un 40% más que el promedio nacional. En realidad, es un salario bajo, sobre todo si se toma en cuenta que —dada la naturaleza de sus actividades— tienen que laborar jornadas extenuantes en medio de grandes riesgos para su salud y para su vida. El minero mexicano gana —al mes— alrededor de 650 dólares americanos; el peruano, 706 dólares; el chino, 759 dólares; el ruso, 1,043; y el canadiense, 5,560 dólares.

Adicionalmente, existen fenómenos que aumentan el desamparo en el que se encuentran miles de mineros. El trabajo informal, disperso en muchas micro y pequeñas empresas, se realiza en pequeños negocios artesanales, sin control de la autoridad y sin defensa legal de los trabajadores. La subcontratación laboral que existe —simulando trabajo especializado— a pesar de la reforma laboral y que limita los derechos laborales (especialmente el reparto de utilidades). El trabajo eventual, permitido por la ley laboral, acaba con la estabilidad en el empleo y deja al trabajador a expensas del mercado laboral.

La minería es una industria considerada de alto riesgo: expone a sus trabajadores a peligrosos factores mecánicos, térmicos y químicos. En los últimos 15 años —en el mundo— más de 3 mil 700 trabajadores del sector minero han encontrado la muerte debido a la falta de adecuadas condiciones de seguridad e higiene. Entre ellos, los tristemente célebres, 65 mineros de Pasta de Conchos y los 7 trabajadores de la mina de Muzquiz (ambas en Coahuila), entre los casos más conocidos.

Las empresas mineras buscan obtener el máximo de ganancia con los menores gastos posibles. Tratan de ahorrar hasta en el equipo básico de protección: que debe estar compuesto —cuando menos— por guantes, lentes de seguridad, tapones auditivos, ropa de trabajo, equipo reflectivo, respiradores contra partículas, zapatos de protección, cinturones portalámparas, linternas recargables y cascos de protección. Todas las minas de carbón deben tener salidas alternas y rutas de evacuación que permita la salida lo más rápido posible. Debe monitorearse los niveles de gas metano, para que nunca se labore por arriba de los máximos permitidos.

Las autoridades están obligadas a realizar revisiones periódicas para asegurarse las buenas condiciones de las minas y que se hayan realizado los trabajos para prevenir explosiones e inundaciones. Que se hayan realizado los trabajos de ademado y fortificación para evitar derrumbes que pongan en peligro la vida de los mineros. Desgraciadamente muchos funcionarios simulan las inspecciones y dejan que las empresas hagan lo que quieran. Los “representantes sindicales” casi nunca intervienen, o se limitan a quejarse de las malas condiciones de los centros de trabajo. Estas situaciones favorecen las tragedias que cobran vidas de muchos trabajadores.

Cabe hacer notar el distinto comportamiento de las mismas empresas en México y en el extranjero. Las empresas canadienses en su país pagan buenos salarios; en el nuestro, salarios muy bajos. Tienen prácticas productivas diferentes. Por ejemplo, el “Grupo Minero México” en sus plantas de Arizona (EUA) cumplen con todas las medidas de seguridad, cuidan la conservación del ambiente y apoyan a las comunidades aledañas; en México ni cumplen con las medidas de seguridad ni cuidan la conservación del medio ambiente y menos ayudan a las comunidades donde están enclavadas. Lo primero se evidenció en la mina de Pasta de Conchos, que se encontraba en muy malas condiciones en el momento de la tragedia; y, lo segundo —sobre la conservación del medio ambiente— quedó de manifiesto con el accidente que derramó 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre sobre el río Sonora y otros cuerpos de agua, con los que dañó severamente la agricultura y la ganadería de la zona. Siete años después de este infausto acontecimiento, esta poderosa empresa minera no ha sido capaz de resarcir el daño cometido a las comunidades en sus medios de vida.

Sobre los beneficios que llevan las minas a las comunidades en las que se instalan conviene hacer algunas reflexiones. Se destaca la creación de empleos que efectivamente se produce con la instalación de la mina. Sin embargo, las grandes empresas que son las que ofrecen buenos salarios, ocupan un número limitado de trabajadores, ya que son intensivas de capital. Se afirma —con cierta razón— que se produce cierta derrama económica en la adquisición de bienes y servicios necesarios para el buen funcionamiento del negocio.

Por contrapartida, es un hecho incontrovertible que se produce una desertificación del suelo, eliminación de la flora y la fauna originarias. Dependiendo las características de la mina, acarrea contaminación de las aguas por los productos químicos que se utilizan en la separación del metal (por más que se diga que se trabaja con aguas tratadas) y contaminación del aire. Efectos negativos que podrían reducirse con medidas de mitigación, que en nuestro país no se realizan.

Un ejemplo ayudará a entender la situación. La mina “Peñasquito” ubicada en el municipio de Mazapil, estado de Zacatecas. Mina de propiedad norteamericana (Newmont Goldcorp) es el yacimiento más rico del continente americano por la producción de oro, plata, plomo y zinc. Este próspero negocio se localiza en uno de los municipios más pobres de uno de los estados más pobres de nuestra patria. Con la mina no ha llegado el progreso para las comunidades sino la competencia por el agua.

¿De los valores creados en la mina, cuánto queda para el municipio?

Por cada mil dólares, el municipio recibe 18 centavos de dólar. Las grandes riquezas creadas van para el extranjero; en tanto que las comunidades campesinas siguen con sus carencias, y viendo que muchos de sus hijos emigran a Estados Unidos en busca de un mejor trabajo.

Lo que pasa en Mazapil es —más o menos— lo que pasa en todo el estado de Zacatecas. Un estado que ocupa el segundo lugar nacional por el valor de su producción minera, que produce el 40% de la producción nacional de plata. El estado que —al mismo tiempo— es uno de los más pobres de nuestro país, cuya población en un alto porcentaje emigra a EUA porque en su tierra no encuentra trabajo. Realidades que —de una u otra manera— se asemejan con lo que sucede en otras entidades federativas.

Una de las medidas del gobierno de la 4T en relación a los pueblos mineros fue cancelar el fondo minero. Era un fondo que se integraba por una cuota del 7.5% del valor creado y se repartía entre los pueblos. El argumento —como en muchos otros casos— fue que se buscaba eliminar a los intermediarios y que el apoyo llegaría directamente a través de los programas sociales.

Otra muestra, inequívoca, del poco interés del gobierno morenista por mejorar la suerte de los trabajadores mineros es que, hasta este momento, no ha querido ratificar el convenio 176 de la Organización Internacional de los Trabajadores (OIT), sobre la seguridad y la salud en la minería.

A manera de conclusión. La industria minero-metalúrgica tiene gran importancia económica para el desarrollo económico de nuestro país. Actualmente, más del 70% de la producción minera se realiza por empresas extranjeras, lo que demuestra una peligrosa dependencia hacia Estados Unidos. Esta dependencia, que ellos llaman integración, se corresponde con los intereses geopolíticos de los imperialistas gringos, con lo que se aseguran el suministro de minerales para su industria y para el mantenimiento de su ejército.

La mayoría de los mineros trabajan en micro, pequeñas y medianas empresas: en las que se pagan salarios más bajos y se labora en muy malas condiciones de seguridad. Las grandes empresas utilizan una tecnología de avanzada, emplean mucho capital fijo y poca mano de obra. 

Los pueblos donde se desarrollan los grandes proyectos mineros sufren múltiples afectaciones: desertificación del suelo, contaminación del agua y el aire (porque, como norma, no se realizan las obras de mitigación ambiental). A cambio, se crean empleos y reciben algunos insignificantes beneficios. Las regiones mineras del país siguen siendo pobres; las comunidades siguen careciendo de los servicios básicos y muchos de sus habitantes tienen que emigrar al vecino país del norte en busca de un mejor trabajo. Las inmensas riquezas creadas, con tanto trabajo, se van con la misma velocidad con la que surgieron. Quedan grandes extensiones horadadas, simulando un queso gruyere, que tardará muchos años en restablecerse.

La mayoría de los mineros no están organizados en sindicatos. Entre los sindicalizados, la organización gremial más importante es el “Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana” que dirige, desde hace veinte años, el senador Napoleón Gómez Urrutia (conocido como “Napito o Napillo”), quien está más preocupado en escalar puestos oficiales que en defender a los mineros. Siendo el presidente de la Comisión de Trabajo y Previsión Social del Senado de la República e integrante de MORENA (partido gobernante) no ha sido capaz de lograr la ratificación del Convenio 176 de la OIT, sobre la seguridad y la salud en la minería.

Nada bueno podemos esperar del gobierno morenista, más preocupado por perpetuarse en el poder que en llevar un beneficio sustancial al pueblo. Tampoco podemos confiar nuestro destino a dirigentes sindicales como “Napito” que han mantenido a los mineros en tan malas condiciones de trabajo.

Un futuro mejor es posible, pero solo con la unión de todos los trabajadores mexicanos. Los mineros actuales deben ser dignos herederos de los mineros de Cananea, que en 1906 se levantaron contra la intransigencia patronal y el uso de los cuerpos represivos de Estados Unidos.

 

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