Es
importante que los obreros, y en general los trabajadores asalariados, tengamos
una clara consciencia del importante papel que jugamos dentro de la sociedad,
así como de las causas que explican la situación de pobreza en que vivimos a
pesar ser los productores de la riqueza social.
La
clase dominante, dueña del dinero y del poder político, impone a la sociedad un
conjunto de ideas económicas, políticas, filosóficas y religiosas que son
propias de su concepción ideológica, a fin de mantener el control sobre las
mentes de millones de trabajadores para hacernos creer que vivimos en la mejor
de las sociedades posibles, donde existe la “libertad” y la “democracia” y
donde el individuo puede progresar. Confirmándose así que la ideología
dominante es la ideología de la clase dominante.
La
explicación religiosa, por ejemplo, nos dice que la pobreza es un designio de
Dios ante el “pecado original” y el resto de los pecados del hombre, y que la
gente humilde debe ver la pobreza como una prueba dolorosa, sí, pero
vivificadora, para acceder a reino de los cielos; nos revela que “es más fácil
que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico al cielo”. Otra
explicación, en el terreno económico, ofrecida por los ricos y sus ideólogos,
es aquella que dice que la pobreza se debe a que los pobres somos flojos, poco
laboriosos, sin iniciativa y faltos de inteligencia; en contra parte, el rico,
es todo lo opuesto y por eso se explica su riqueza.
Pero
la cosa no para ahí y las ideas anticientíficas que sojuzgan la mente del
individuo se siguen elaborando o son una versión renovada y endulzada de las
anteriores, adecuadas a las nuevas condiciones históricas y sociales.
Expongamos
brevemente como se explica la desigualdad social y cuáles son sus causas; en
otras palabras, digamos por qué hay millones de individuos en la sociedad que a
pesar de su laboriosidad e inteligencia son pobres, y por qué un puñado de
hombres son inmensamente ricos a pesar de que viven en la holgazanería sin
meter las manos en los procesos de trabajo.
Iniciemos
recordando que la clase trabajadora es la que crea con sus manos toda la
riqueza social. Echemos una mirada a
nuestro alrededor y veamos que todo, prácticamente todo, sale de las manos del
trabajador: la ropa que usamos, el alimento que hay en nuestras mesas, los
edificios, los aviones, los vehículos, los teléfonos y así podemos dar una
lista infinita de bienes o valores de uso que constituyen la riqueza social, y
que, repetimos, son producidos por las
manos del trabajador, a través
del
desgaste de su fuerza de trabajo.
Ahora
bien, la fuerza de trabajo es una mercancía que posee el obrero y que vende al
capitalista a cambio de un salario. Por tanto, el salario no es más que el
valor de la fuerza de trabajo expresado en dinero. Es decir, al recibir su
salario, el obrero está recibiendo un valor equivalente al de su fuerza de
trabajo, ya que con este equivalente en forma de dinero compra mercancías con
las que repone su fuerza de trabajo: alimento, ropa, calzado, servicios, etc. y
puede reproducirse como clase social.
El dueño del capital, el empresario, compra
maquinas, un local, materias primas y compra también una mercancía muy especial
llamada fuerza de trabajo cuyo
poseedor, como ya dijimos, es el obrero. Sin esta mercancía es imposible echar
a andar el proceso productivo, sin ella la fábrica se quedaría paralizada.
Pero,
además, la fuerza de trabajo es una mercancía muy especial ya que tiene una
virtud que conoce bien el empresario, ¿cuál esa virtud?, la de ser capaz, si es
bien empleada, de crear más valor del que ella misma encierra. Lo que quiere
decir que en una parte de la jornada esa fuerza de trabajo, digamos, solo por
ejemplificar, en las dos primeras horas de una jornada de 8 horas, el obrero
crea un valor equivalente a su salario. El resto, 6 horas, es el trabajo
excedente. ¿Quién se queda con ese valor creado durante esas 6 horas que no le
son pagadas al obrero y que son el trabajo excedente de éste? El dueño de los
medios de producción, el dueño de la fábrica, por tanto, es el empresario quien
se apropia de este exente.
El
obrero vive al día pues le retribuyen no el valor que se gesta con su fuerza de
trabajo, no le pagan todo el valor que genera en toda su jornada de trabajo,
sino solamente le pagan la parte de la jornada en la que repone el valor de su
fuerza de trabajo (en las dos primeras horas, en nuestro ejemplo) para no
morirse y poderse presentar al otro día a trabajar. Así se da la explotación
del trabajador por parte del patrón.
Al
quedarse el empresario con el valor
excedente que crea la fuerza de trabajo del obrero (valor denominado plusvalor
o plusvalía), se hace más y más rico, día a día; en cambio el obrero no mejora
su situación y vive en pobreza. Carlos Marx, el más grande pensador de todos
los tiempos, en su obra llamada El
Capital expuso y fundamento ampliamente este proceso de la explotación que
sufre el obrero, mismo que tratamos, solo tratamos, de exponer en el presente
artículo.
Todos
los obreros deberían leer esta gran obra compuesta de tres tomos ya que en ella
encontraremos la explicación científica de porque en el régimen económico y
social en que vivimos existe la explotación del hombre por el hombre, y con
ellos la desigualdad económica y social que priva en los países como México que
tienen un régimen capitalista.
Lo
dueños del dinero y su representante, el Estado, a través de todos los medios a
su alcance, someten ideológicamente a la clase trabajadora para que no entienda
el por qué vive en la pobreza, para que no comprenda las formas en que el
patrón explota al trabajador, para que no luche con determinación en defensa de
sus derechos e intereses, es decir, se apodera de su pensamiento e ideología
proletaria. Los patrones y el Estado están
interesados en que creamos el cuento de que somos pobres por voluntad divina o
por que los millones de trabajadores somos pobres porque somos holgazanes,
faltos de creatividad y despilfarradores. Esto es falso de cabo a rabo, ya que
el obrero labora largas y agotadoras jornadas de trabajo sin ver mejoría en su
nivel de vida; mientras los dueños de los medios de producción, sin meter las
manos, viven en la abundancia, el lujo, el despilfarro y la holgazanería.
Tomemos
consciencia de esto para sacudirnos la ideología que nos imponen los patrones y
con decisión nos unamos, nos organicemos
y luchemos por una sociedad más justa.
0 comentarios:
Publicar un comentario