jueves, 10 de marzo de 2022

TRABAJADORES DE LA CONSTRUCCIÓN EN EL DESAMPARO

 

Selene Aguiar

La industria de la construcción en nuestro país cobra gran relevancia por su contribución al Producto Interno Bruto (PIB) y por el número de personas a las que emplea. En 2020, por ejemplo, contribuyó 6.3 por ciento al PIB (Statista). Paradójicamente, tanto la contribución al PIB como el número de trabajadores que emplea han venido disminuyendo de manera drástica durante la pandemia y aun antes de ella. Según Statista, el PIB del sector de la construcción en México se situó alrededor de los 1,01 billones de pesos mexicanos en 2020. Esto representó una caída del 17,2 por ciento en comparación con el PIB del sector de la construcción reportado en 2019.

En cuanto al número de personas empleadas, en diciembre de 2018 esta industria ocupaba a 506 mil 526 personas y al cierre de diciembre de 2021 tan solo a 452 mil 765, es decir, se perdieron 53 mil 761 empleos (INEGI, 2022). Debido a la crisis sanitaria y económica hubo empresas que debieron postergar obras, como la Industrial Living and Place, que había sido contratada para dos proyectos industriales, uno en la Ciudad de México y otro en Quintana Roo, lo que la obligó a recortar su plantilla de trabajadores y, por ende, a dejar de contratar (Obras en expansión, 2021).

Durante este periodo los trabajadores se han enfrentado al desempleo y al recorte de salarios. Situación que se ve agravada por la política de “austeridad republicana” implementada por el gobierno morenista, pues el gasto en obra pública se ha reducido considerablemente, lo que afecta negativamente a la industria de la construcción. Incluso una de las obras faraónicas del presidente, la construcción de la Refinería de Dos Bocas en Tabasco, dejó al descubierto, el año pasado, las pésimas condiciones laborales de los trabajadores, los cuales, debido a la explotación laboral, los bajos sueldos y las violaciones al contrato laboral, entraron en paro y protestaron (Expansión, 2021).

Los obreros de la construcción se encuentran expuestos a muchos riesgos de trabajo, de hecho, el sector económico de la construcción es uno de los más peligrosos del país. En 2019, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) registró 400 mil accidentes a nivel nacional, de los cuales 33 mil ocurrieron en la industria de la construcción, en edificaciones y obras de ingeniería civil, es decir, el 8 por ciento del total, de los cuales 159 trabajadores fallecieron. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) también reconoce al sector de la construcción como un trabajo peligroso y nos dice que “Durante su trabajo los obreros están expuestos a una gran variedad de riesgos en el lugar de trabajo, incluida la exposición al polvo, al vapor o al asbesto, posiciones de trabajo incómodas, cargas pesadas, condiciones meteorológicas adversas, trabajos en alturas, ruido o vibraciones de herramientas, entre muchos otros.”

Además, a todo esto se añade el aumento desmedido de la inflación, pues debido a los materiales e insumos que la industria de la construcción utiliza, se enfrenta a un alza excesiva de costos. Pero ¿en qué afecta esto a los obreros de la construcción? En un modelo económico capitalista en donde el fin primero y último de las empresas es “ganar, ganar”; por tanto, los capitalistas con tal de seguir aumentando sus ganancias disminuyen salarios, prestaciones, aumentan horas de trabajo o lo que consideren necesario para no perder utilidades, así pues, los principales perjudicados son los trabajadores.

Ahora bien, por ley, los trabajadores de la construcción tienen derecho a exigir un contrato, un salario justo, ser inscritos al seguro social, afiliarse al sindicato que represente sus intereses, al pago de horas extraordinarias cuando las trabaje, a un descanso semanal, a un descanso para comer, a desarrollar su trabajo con garantías de seguridad, entre otros derechos más. Sin embargo, en los hechos, la mayoría de las veces esto es solo letra muerta.

Una gran parte de los trabajadores de la construcción son contratados por empresas outsourcing, una práctica que en gran medida es reconocida como abusiva y perjudicial para los trabajadores y sus derechos, pues estos son contratados por una empresa (contratista), que a su vez es prestante de los servicios del trabajador a otra empresa, que es la contratante, por lo que al momento en que el trabajador exige respeto a sus derechos, ambas empresas, contratante y contratista, eluden su responsabilidad y dejan un amplio margen para la violación de los derechos laborales, pues el trabajador desconoce a quién corresponde garantizarlos.

Aparentemente esta práctica en su faceta nociva fue “reconocida” por el “gobierno de los pobres” quien propuso una reforma laboral que en el texto de la ley dice eliminar la subcontratación, pero en los hechos permite que las empresas que contraten servicios especializados externos sí pueden ofrecer servicios outsourcing. De esta manera la supuesta prohibición del outsourcing, solo es darnos una cosa por otra, quid pro quo.

La práctica de la subcontratación persiste, de hecho quien tiene la facultad de determinar qué empresas pueden ofrecer servicios outsourcing es la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS). Por lo que no sorprenda que sean empresas afines al gobierno las que puedan ofrecer servicios de outsourcing y el propio gobierno quien solicite dichos servicios. La violación de los derechos laborales, por medio de la práctica de outsourcing, subsiste, y la 4T, a través de la STPS, lo avala.

Los trabajadores de la construcción están abandonados y desamparados por el Gobierno federal, el abrumador número de desempleos incide en que los obreros deseosos de ganarse el pan para ellos y sus familias acepten trabajos mal pagados, peligrosos y sin condiciones óptimas para llevarlos a cabo. La reforma laboral propuesta por AMLO no hace más que simular para apaciguar los ánimos y alimentar la “buena imagen” de su gobierno.  

La grandeza de lo que han hecho los obreros de la construcción está a la vista de todos los mexicanos, las ciudades han sido construidas con sus manos, los edificios imponentes, los hospitales, las escuelas, las carreteras por donde viajamos, los puentes, las viviendas, etc. Sin embargo, no disfrutan lo que ellos mismos han construido y no se valora lo que han hecho y lo que hacen por el país, muy por el contrario, se les maltrata, se les explota y se les arrebata la riqueza que producen. La política de la 4T los ha llevado al desamparo total y cada vez se vuelve una necesidad más apremiante que sean los propios trabajadores quienes se organicen y luchen por mejorar sus condiciones de vida. No queda de otra.  

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