domingo, 3 de abril de 2022

Acerca de la condiciones laborales de los jornaleros agrícolas

 

Selene Aguiar

Instituciones gubernamentales y no gubernamentales, así como estudiosos e investigadores del campo y particularmente de las condiciones laborales de los jornaleros agrícolas, coinciden en que estos son quienes padecen las peores condiciones de vida y de trabajo. A lo largo de la historia sus demandas principales han sido salario digno y afiliación al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), no obstante, es un derecho y una obligación del patrón otorgarles ambas demandas, sin embargo, para los obreros agrícolas la ley es letra muerta. Otros de sus reclamos han sido el transporte a las zonas de trabajo, seguridad e higiene, estancias infantiles y educación para sus hijos, que en la mayoría de los casos no se cumplen.

Precisamente los bajos salarios y la violación de sus derechos han permitido que la agroindustria mexicana sea un sector competitivo en el extranjero, particularmente en los Estados Unidos, lo que es del todo contradictorio, pues quienes siembran, cosechan y recolectan los productos del campo, son quienes se privan de ellos.

En 2019 el gobierno de la 4T eliminó el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJA), que, si bien se conocía que no funcionaba cabalmente, al menos aligeraba “un poco” su difícil situación. A esta adversa realidad se suma la pandemia del coronavirus, pues agravó las condiciones de los jornaleros, ya que sufrieron y sufren el contagio del Covid-19 y del abandono del Gobierno federal.

Pero eso no es todo, en una nota de La Jornada del 13 de junio del 2021 se señala el consumo de la metanfetamina, específicamente el cristal, que los contratistas venden a los jornaleros para que no sientan el cansancio y “rindan más”, esto particularmente en los estados de Sonora y Michoacán. De tal forma que se les explota más allá de lo que un cuerpo sano en condiciones normales puede lograr, lo que inevitablemente repercute en su salud física y mental.

Por lo anterior, se vislumbra la magnitud del problema que arrastran los jornaleros agrícolas y se confirma que sus condiciones laborales no solo son las peores del país, sino que estas se agravan día con día y de todas las formas imaginables. Al ser la mayoría migrantes dentro del territorio nacional, en el traslado de sus lugares de origen hacia los destinos donde habrán de laborar y viceversa, sufren todo tipo de crímenes y vejaciones, desde asesinatos hasta asaltos, acoso y violación a las mujeres. Por ejemplo, el pasado 13 de marzo, Opinión Sonora informó sobre la ejecución de dos jornaleros en el Valle de Empalme, encontrados en las galeras del campo donde laboraban, uno de ellos un adolescente de tan solo 14 años.

            El 26 de marzo, el sitio web Alfredo Alvares, que publica noticias sobre el noroeste, informó sobre el incendio, que se presume fue intencional, de las galeras que funcionaban como dormitorios en el mismo municipio de Empalme, “los 21 trabajadores del campo ‘Santa Inés’, que habitaban dichas galeras, apenas alcanzaron a rescatar algunas de sus pertenencias, ya que las llamas avanzaron muy rápido.”

            Al siguiente día, marzo 27, El Universal informó que un autobús con 45 jornaleros quedó en medio de una balacera en Culiacán, uno de los jornaleros que se trasladaban resultó herido, aunque no de gravedad. Y el 13 de marzo el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, expuso cómo un autobús que transportaba a jornaleros de la Montaña de Guerrero fue interceptado por hombres armados, que agresivamente bajaron a quienes se transportaban, para posteriormente balear el autobús. Mujeres, niños y hombres por igual, perdieron pertenencias y además el dinero que pagaron por el pasaje, mismo que no quiso ser reintegrado por la empresa contratista ni conseguir otro autobús para transportarlos.

            Lo anterior solo son algunos hechos que revelan el panorama desolador de los obreros agrícolas, el Gobierno federal no mete las manos, su política de “abrazos no balazos” deja a todos a merced del crimen organizado; y la desaparición de programas como el PAJA, que menguaban, aunque fuera de manera minúscula la situación de los jornaleros, ya no existe.

            A las condiciones inhumanas de sobreexplotación, hacinamiento en dormitorios, carencia de seguro social, falta de educación a los hijos y otras más, se agrega el hostigamiento por parte del crimen organizado.

            ¿Qué hacer ante tan desolador panorama? La solución no puede ser ni fácil ni pronta, pero está en las manos de los trabajadores. Solos y aislados no pueden enfrentar al monstruo que los somete y aqueja, pero organizados y unidos pueden hacerlo, así lo han demostrado diversas luchas. Por ejemplo, los jornaleros del Valle de San Quintín, ante sus pésimas condiciones laborales, en 2015 se movilizaron y lograron mayor visibilidad ante la opinión pública a nivel nacional e internacional.

            Si bien, debido al conflicto de intereses entre las empresas y las autoridades, así como a la debilidad del mercado laboral, en su esencia las demandas quedaron insatisfechas; no obstante, sí fue un gran paso que demostró que la formación de sindicatos auténticos es una instrumento de defensa colectiva que puede ejercer un contrapeso contra el poder despótico del Estado y de las empresas, siempre y cuando los líderes de dichos sindicatos no se vendan, sino que sean líderes que realmente representen los intereses de los obreros del campo.

 


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