martes, 5 de abril de 2022

Pobreza laboral

 


Federico Hernández

Debemos empezar por definir qué es la pobreza laboral. Ésta no es más que un indicador que nos dice el porcentaje de trabajadores asalariados cuyos ingresos provenientes de una fuente de trabajo no son suficientes para comprar alimentos para ellos y sus familias. En otras palabras, la pobreza laboral se da cuando un trabajador con el salario que le paga el patrón por su fuerza de trabajo  no le alcanza, ya no digamos para cubrir sus muchas necesidades y tener una vida medianamente decorosa, sino siquiera para cubrir su necesidad más básica: alimentarse y alimentar a su familia. No le alcanza para la canasta básica. Una vez que el trabajador no percibe en su fuente de empleo un salario suficiente que le alcance para adquirir los satisfactores necesarios para él y su familia, obligadamente tiene que laborar horas extras o buscar otros trabajos o chambas, como se dice coloquialmente.

Leemos en el periódico El Economista (19 de febrero de 2022): “Ingresos laborales caen después de un año de avance; pobreza laboral se estanca”. Y en el cuerpo de la nota se nos informa que “Más de 5.5 millones de personas se han sumado a la pobreza laboral en dos años de pandemia y aunque se reportó una ligera mejoría para el último trimestre del 2021, este indicador sigue lejos de lo reportado antes de la emergencia sanitaria.” Y agrega: “…Mientras la tasa de pobreza laboral mejoró marginalmente en el cierre del 2021, al bajar de 40.7 a 40.3 por ciento entre el tercero y cuarto trimestre, la inflación mermó el poder adquisitivo de los trabajadores e impuso una reducción de 0.9 por ciento en el ingreso laboral per cápita después de cuatro trimestres de mejoría […] En el primer trimestre de 2020, previo a la emergencia sanitaria, la tasa de pobreza laboral fue de 36.6%, abarcando a un poco más de 46 millones de personas. El nivel de 40.3% del último trimestre del 2021 condensa a más de 51.5 millones de personas viviendo en escasez”. Hasta aquí los datos oficiales en relación a la pobreza laboral.

Veamos algo de lo que nos dice la teoría marxista acerca de la venta de la fuerza de trabajo del obrero al patrón, lo cual nos arrojara luz sobre lo que estamos revisando. Empecemos diciendo que el valor de una mercancía cualquiera se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. A mayor tiempo de trabajo cristalizado en la mercancía mayor valor tendrá ésta. Una lámpara tiene más trabajo encerrado que un bolígrafo; un taladro, que un desarmador; un traje de vestir, que una corbata. Más valor tiene, por tanto, la lámpara, el taladro, el traje que un bolígrafo, un desarmador y la corbata, respectivamente.

La fuerza de trabajo, o sea la capacidad del hombre de transformar los valores de uso, es una mercancía que el obrero vende al dueño del dinero, al dueño de los medios de producción, al empresario. Y al ser una mercancía, tiene, por tanto, un valor. Ahora bien, ¿cómo se determina dicho valor? Pues, por el tiempo que se tarda en producirla. ¿Y cuánto tiempo tarda en producirse la fuerza de trabajo? La fuerza de trabajo no existe sin su poseedor, el obrero. Está ligada a él: comiendo, vistiendo, etc., el obrero tendrá en potencia su fuerza de trabajo, la podrá vender al dueño de la fábrica o taller. Sigamos avanzando. Entonces el valor de la fuerza de trabajo se puede determinar por el valor de la suma de los medios de vida (comida, vestido, vivienda, etc.) que el obrero necesita.  El salario que percibe el trabajador no es más que la expresión en dinero del valor de la fuerza de trabajo y, por tanto, del valor de la suma de esos medios de vida que necesita el trabajador para renovarse. Con un salario bajo, el obrero podrá comprar pocos medios de vida; con salario alto podrá comprar más alimentos, más vestido, más calzado, etc.

Carlos Marx nos dice en su obra cumbre El Capital: “El valor de la fuerza de trabajo se reduce al valor de una determinada suma de medios de vida. Cambia, por tanto, al cambiar el valor de éstos, es decir, al aumentar o disminuir el tiempo necesario para su producción”. También Marx, nos habla de un valor mínimo de la fuerza de trabajo y que este límite “…lo señala el valor de aquella masa de mercancías cuyo diario aprovisionamiento es indispensable para el poseedor de la fuerza de trabajo, para el hombre, ya que sin ella no podría renovar su proceso de vida…” Y poco más adelante nos dice: “Si el precio de la fuerza es inferior a ese mínimo, descenderá por debajo de su valor, ya que, en estas condiciones, solo podrá mantenerse o desarrollarse de un modo raquítico.”

Todo esto significa que, al haber pobreza laboral, al trabajador no se le está pagando ni si quiera el valor de su fuerza de trabajo, pues el precio de ésta, el salario, ha descendido por debajo de dicho valor (la suma de medios de vida indispensables para su renovación). En palabras llanas al obrero, con jornadas agotadoras no se le paga ni siquiera para que sobreviva él y su familia, y pueda presentarse renovadas sus energías a trabajar día a día. Esa es la cruda realidad.

          A los empresarios sólo les interesa exprimir al máximo al trabajador y obtener así la máxima ganancia en sus negocios, lo cual consiguen pagando bajos salarios y eliminando muchas de las prestaciones a que tienen derecho los trabajadores. Por tanto, los asalariados de la ciudad y el campo tienen que organizarse y dar la lucha económica y política en contra de un sistema económico y social que lo mantiene en esa crónica pobreza laboral.

 

 

0 comentarios:

Publicar un comentario